Lo
nítido y lo borroso
Las
relaciones entre habitar y representación, como claridad y evanescencia,
emergen como condiciones de complejidad y contradicción en la arquitectura
contemporánea
Juan
Ramírez Guedes
Sirvan
para abordar esta fugaz reflexión sobre el panorama actual de la arquitectura
contemporánea las dos imágenes que acompañan a estas líneas. Se trata de dos
obras recientes de un mismo estudio internacional, la firma Herzog & De
Meuron, ambas correspondientes a edificios recientemente terminados en dos
lugares diferentes del mundo, casi situados en las antípodas, Madrid y Beijing.
Son dos edificios de “cultura y deportes”, dos categorías programáticas
privilegiadas dentro del contexto de una producción arquitectónica universal en
muchos casos encaminada a la construcción de una imagen emblemática que
cristalice en un objeto, un discurso de hegemonía social y política, una
emblematicidad sin ambages.
La
reducción que se opera a través de esta selección: dos obras de los mismos
autores, del mismo año, de similar condición de iconicidad, paradójicamente,
desde su propia reducción encuentran, sin recurrir a un discurso genérico, un
“campo expandido” de significación que sirve al propósito de hablar de esa
complejidad y esa contradicción, que se nos presentan (todavía hoy, tanto
tiempo después de la publicación del libro homónimo de Robert Venturi) como,
tal vez velados, atributos esenciales de la arquitectura contemporánea.
Y
es que la arquitectura contemporánea, la que se nos hace más patente en los
medios de comunicación de masas, incluida internet, pero también en las
publicaciones especializadas e incluso muchas veces en las aulas, es una
arquitectura litúrgica, consagrada a la representación, antes que a la
“presentación” del habitar. En esa distancia entre los objetos del espacio
representable y el espacio vivible, late una contradicción inherente a esta
arquitectura de la vida “otra”, la vida más allá, o más acá, del habitar, la
vida ceremonial y sobreexpuesta de los museos y los estadios, de los espacios
de la celebración del consenso, espacios como los de estos dos objetos que
presentamos en esta apresurada y obligatoriamente comprimida reflexión.
Pero
aun en la conciencia de esta contradicción que en cierto modo desnaturaliza
alguna condición ontológica de la arquitectura, como arte utilitario, estos
objetos manifiestan también una complejidad que les hace trascender por sobre
aquella contradicción limitante. Y es aquí donde la crítica tiene que volver
sobre su discurso y reconocer en las vibrantes formas del Caixa-Forum, en su
inquietante levitación, en el extrañamiento que produce la superposición de
volúmenes heteroglósicos, en su extraña relación con el vacío de la plaza, la
capacidad de conmover, atraer la sensibilidad del espectador y transformarlo en
un “habitante” sacado de una rutinaria práctica insensible del espacio, para,
al menos, hacerse algunas preguntas… y marcharse para volver otra vez a un
enigma que resuena en la retina como un cuadro de De Chirico.
La
nebulosa imagen de “El Nido”, rodeada por las brumas de la contaminación
producto de la actividad de la gigantesca aglomeración de Beijing, ofreciendo
la perfecta transfiguración de una visión de un futuro como el de Blade Runner,
donde el discurso tecnológico y el deterioro ambiental coexisten sin solución
de continuidad, nos informa también inquietantemente sobre nuestra condición de
habitantes contemporáneos; el contraste de sombra y luminosidad del Forum aquí
se reformula en la recombinación fractal de la claridad y la perfección
tecnológica con la fluida y entrópica evanescencia del mundo . La coexistencia
de lo nítido y lo borroso: las condiciones de la arquitectura contemporánea.
Nuestra
condición.
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