lunes, 10 de agosto de 2015
sábado, 1 de agosto de 2015
Fuera de campo
Foto: Zeppelín sobre la Playa del Lugo, en una foto tomada
por Fernando Pérez Melián en 1932.
Archivo FEDAC
Archivo FEDAC
Fuera de campo
Mariano de Santa Ana
Mariano de Santa Ana
Las miramos una y otra vez y nos
sentimos embelesados. ¿Por qué nos seducen tanto las viejas fotografías de
dirigibles? Otras imágenes reportan información sobre la historia de los
adelantos técnicos, la conquista del aire, etcétera, pero pocas pueden competir
en detonación del ensueño con estas viejas fotos de dirigibles. Y ello,
naturalmente, por la forma de estos aerostatos. Si fuese sólo por su figura,
más que el museo de los inventos humanos, se diría que su lugar es el gabinete
de Historia Natural, o, mejor, el álbum de cromos de una fauna hace mucho
desaparecida. Pero su estampa transmite también algo del tenor de artefactos de
dibujos animados como Los Picapiedra. Más divertido aún, por cuanto que el
dirigible fue algo serio, muy serio. Todo esto irradia en la fotografía que
Fernando Pérez Melián tomó en 1932 de un Zeppelín sobre la Playa del Lugo.
Pero, para quienes se sienten atravesados por las perplejidades que emanan de
Las Palmas, en ésta centellean también otros aspectos desconcertantes.
La imagen, disponible en el fondo
en red de fotografías históricas de la FEDAC, registra el momento en que cruza
la playa un Zeppelín, uno de las más célebres marcas de dirigibles de la
historia –de la corta historia de tres décadas de principios del siglo XX en
que llegó a ser el más grande artefacto volador existente entonces. Otras
imágenes de este valioso archivo dan cuenta del paso de la aeronave sobre otros
puntos de esta ciudad. En una se ve como atraviesa una franja de cielo
señalizada desde tierra por el Gabinete Literario y la Catedral de Santa Ana.
En otra desfila sobre buques de varios mástiles fondeados en el Puerto de La
Luz. Carente de la variedad, la belleza y el candor de aquéllas, ésta que
muestra al Zeppelín sobre la desaparecida playa es, además, la que está
realizada con menos destreza. Pero, ciertamente, es la más inquietante.
En sus calidades de conjunto
monumental y de dechado de ingeniería, Vegueta y el Puerto de La Luz son
lugares hiperfotografiados. Con la Playa del Lugo ocurre lo contrario. Esta
franja de la costa de naciente de Las Palmas, que se extendía a la altura de la
Comandancia de Marina y que desapareció en los años sesenta por la construcción
de la Avenida Marítima, es un recuerdo sepultado del que se conservan pocos
retratos.
Sin la magnificencia ni el gancho
turístico de la Playa de Las Canteras, y, ni tan siquiera, sin el arraigo
sentimental entre muchos ciudadanos de Las Alcaravaneras o La Laja, la del Lugo
era una playa de mariscos y callaos poco frecuentada por nativos y foráneos.
Otras fotografías dan cuenta con más detalle de sus accidentes. Ésta que nos
trae apenas si muestra pequeños fragmentos suyos en los flancos, pues casi toda
la imagen está ocupada por una azotea vacía que se asoma al mar, unos hilos
telefónicos y el Zeppelín. Y, sin embargo, esta imagen convoca la playa en la
mente con una fuerza con la que no pueden hacerlo otras fotografías que la
representan mejor.
Pocos años antes de que el
Zeppelín sobrevolara la Playa del Lugo, hubo quien advirtió de que la
inundación de fotografías –propiciada por la facilidad técnica para su
producción y distribución masivas- constituía un peligro de devastación para la
memoria colectiva. Este diagnóstico, que ha tenido siempre defensores y
detractores, ha cobrado actualidad con la tecnología digital. Pero la
fotografía, al menos la analógica, es un pacto con lo real, que puede ser tan
interesante por lo que incluye dentro del campo de visión como, es el caso de
esta imagen, por lo que evoca al dejar fuera. Es así que, si no fuera por el
pie de foto, sería más difícil aún identificar la Playa del Lugo. Sólo una
mirada muy entrenada en el aspecto que tenía este parte de la geografía
capitalina antes de desaparecer podría reconocerla.
Por otro lado, la poderosa
presencia del diplodocus del cielo, el Zeppelín, viene a intensificar la
extrañeza de aquello que casi no se ve, la playa, que, es de creer, la mayoría
de los habitantes de Las Palmas hoy no sabría describir. Entonces, en la foto,
y ahora, en el recuerdo, la Playa del Lugo es una latencia.
Si la vida no ha vuelto a ser
igual después de la fotografía, los dirigibles, extinguidos prematuramente en
los años treinta, han sido reanimados de poco a esta parte como monstruos de
feria para promocionar neumáticos o candidatos a presidente. Por lo que toca a
las ciudades, en las que la modernidad estableció sus cuarteles generales para
la conquista del futuro, la incertidumbre cubre hoy su horizonte y la pregunta
por lo que yace bajo el suelo que las soporta vuelve a primer plano. Como el
recuerdo de la Playa del Lugo sepultado bajo la Avenida Marítima, tarde o
temprano, la visión es reconfigurada por lo que queda fuera de campo.
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