domingo, 17 de diciembre de 2023

Iluminaciones y deslumbramientos

 


 

 

 

 

 

 

 

 


 

 

 

 

Foto JR Guedes

 

Iluminaciones y deslumbramientos *:
notas sobre poética e idea de proyecto
Juan Ramírez Guedes

Iluminar y deslumbrar: en la primera acción la luz se proyecta sobre el objeto a
fin de que los perfiles de su forma visible sean aclarados, puestos en claro, en
lo claro; en la segunda acción, la de deslumbrar, la luz no es proyectada sobre
el objeto sino sobre el sujeto, sobre los ojos que ven, y su efecto es el de privar
de nitidez esa visión, su efecto es el de deslumbrar, des-iluminar, quitar luz,
cegar, oscurecer.
Deslumbramiento y asombro son efectos sinónimos y mutuamente
equivalentes. Asombrar es también poner en sombra.... Así la iluminación
aclara, pone en luz y el deslumbramiento oculta, oscurece, pone en sombra.
Decía Jünger: “La forma transparente se da cuando profundidad y superficie se
manifiestan al mismo tiempo a nuestra vista.” [1]. Ese es un efecto de la
iluminación de que hablamos, la genera un esclarecimiento y muestra la cosa y
su sentido en un solo acto. Esta iluminación, establece la recomposición
poética de lo iluminado mostrando el objeto y su resonancia de sentido, lo que
es y lo que tiende a construir, el sentido que organiza.
Walter Benjamín armaba sus Iluminaciones mediante la técnica de la imagen
dialéctica: la construcción de imágenes que en su propia facticidad iconográfica
contienen una posición crítica: lo que son y el sentido de lo que son; lo
mostrado y su función en una descripción crítica de la realidad. El sentido de lo
real que construyen.
La producción técnica del objeto, en la iluminación, se acompaña del sentido de
ese objeto, de esa producción técnica.
Si la técnica tiene su fundamento en este concepto de Techné, que aglutina su
significado instrumental y procedimental en el seno de una concepción más
amplia como creación y saber, e incluso como arte entendido también en ese
sentido originario y fundacional, la noción de poética, íntimamente vinculada a
la anterior, encuentra su origen y referente en la Poiesis, como producción,
creación, composición, construcción...
Vemos que técnica y poética en su sentido más originario hacen referencia
común a la acción y el resultado de la actividad creadora, a la producción o
generación. La Poiesis en una de sus acepciones se refiere también al acto de
dar a luz, de alumbrar, de traer a la luz. Es decir que producir es, en ese
sentido prístino, traer a la luz, hacer algo visible.
Por ello una poética, además de un modo de hacer, un modo de constituirse
como producción, es también, ateniéndonos a la resonancia de la etimología,
un traer a la luz, un hacer o hacerse visible y, esta noción, aplicada a la
arquitectura, hace referencia a la producción y el hacerse visible de la misma.
En el ámbito del proyecto, una poética específica, se refiere a un modo de
producción y a un modo del hacerse visible de una forma arquitectónica.
Justamente en esta consideración de su carácter modal, es donde reside la
distancia respecto de una significación absoluta de la poética en arquitectura
para referirla a su particularización en un específico pensamiento del proyecto.
Retornando al análisis etimológico, tomamos la definición de la versión griega
de forma, Morphé, en tanto que objeto de la acción de la poética:
Morphé: “Forma. La forma es ser delimitado. Es un exponerse y hacerse
público, lleva y muestra al ente como aquello que es. (...) La forma está
siempre en relación con Hylé (materia) y Eidon (idea).”[2]
Vemos que la forma en su origen conceptual constituye una delimitación, la
definición de un específico campo de existencia, y que esta existencia se
vincula a los conceptos de materia e idea. Y sobre esta última noción,
interrogamos también al sentido originario:
Eidon: “Originalmente, idea, aquello que es avistado. Lo visible. El aspecto
visible de las cosa .(...) Su función fundamental es penetrar en la luz y en lo
claro .(...) La función principal del ver es, precisamente, la idea. (...)
Modernamente expresa en cambio, una noción o representación mental que
está sólo en nuestro pensamiento”.[3]
De este somero reconocimiento extraemos la incipiente conclusión de la
conexión entre el significado originario de la noción de idea con el de poética: si
esta representaba la producción y el modo de un hacerse visible, la idea es, en
esta interpretación, lo visible mismo, y por ello, una función poética es la
relativa a la de hacer visible el eidos, la idea., cuya función, por otra parte, es
penetrar en lo claro, es decir, aclarar, dar sentido a esa producción. Iluminar.
Quisiera añadir, a este respecto, cómo este vínculo entre poética e idea, por
más que pueda parecer un artificioso juego de palabras, a mi modo de ver
plantea dos cuestiones que pueden ser de interés, más allá de la mera retórica:
la primera, el desdoblamiento del concepto de poética en un doble significado,
como producción y simultáneamente como sentido de esa producción[4], lo que
la producción es y materialmente genera y su significación crítica, y con ello,
redundantemente, su eventual sentido en relación a la realidad externa con la
se mide; y, la segunda, ver cómo la idea, originariamente, no es un producto
intelectual meramente especulativo y libérrimo, sino con una específica función,
la de penetrar en lo claro, la de aclarar, la de entrar en el dominio de lo
comprensible, y por ello razonable y comunicable. Es decir la idea, cuando lo
es, ilumina.
La idea, como formulación de un argumento o una interpretación que puede dar
lugar a un proyecto, debe ser una idea considerada en este sentido. Una idea
que sea capaz de, partiendo de la complejidad de la realidad, tender a hacer
clara y comprensible una vía de interpretación de la misma mediante el
proyecto. No hablamos de una claridad deslumbrante (aquella de los
deslumbramientos finalmente cegadores y oscurecedores y engañosos que
tanto se prodigan en determinada arquitectura contemporánea), ni se reivindica
la iluminación absoluta de la concepción idealista de la idea; no se trata de una
idea absoluta, fija e inmóvil, platónica, sino de una idea particular y contingente.
No es La Idea, sino la idea o las ideas que emana el flujo móvil del
pensamiento enfrentado a la realidad contemporánea.
 

[1] Júnger Ernst: El corazón aventurero. (1979) Tusquets, Barcelona, 2003. pp.:
15.
[2] Rizzi, Renato: Le voci dell’ozio, Arsenale Editrice, Venezia, 1999. p. 44.
[3] Rizzi, Renato: Op. Cit. P. 29.
[4] Ramírez Guedes, Juan: Fragmentos para una poética de la ciudad
contemporánea y líneas de fuga en el horizonte del proyecto. Proyecto Sur,
Granada, 2003. pp.: 21, 135 y 138.
 

*Extracto de la conferencia del mismo título dictada en el CAAM , Centro
Atlántico de Arte Moderno.
Publicado en Luz, agua y tierra en la arquitectura. ETSALP. ULPGC.

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